Eclesiastés 1:17

    Durante mi carrera universitaria he tenido el privilegio de cursar una amplia gama de ramos, cada uno con sus encantos, dificultades y aprendizajes. Han habido algunos más difíciles que otros y sin duda he tenido mis preferencias. Sin embargo, estaría mintiendo si dijera que todos estos cursos han dejado una marca indeleble en mi persona. No voy a caer en los típicos clichés al decir que todos estos ramos han dejado una huella en mi que me ha marcado para siempre y que han sido una herramienta indispensable para mi desarrollo académico porque esto no podría ser más lejano a mi realidad. Hay cursos de los cuales no recuerdo absolutamente nada y son pocos los que logran que sus contenidos perduren en mi subconsciente por más de un semestre. No obstante, a veces hay algunas asignaturas que, sea cual sea la razón, terminan resonando con uno y quedan marcadas como un aspecto fundamental de nuestro paso por la universidad. En mi caso, uno de los ramos que más me marcó fue el teológico Leer el Evangelio en el Siglo XXI.


No soy católico, nunca lo he sido y probablemente nunca lo seré. No he tenido una educación religiosa formal y, antes de cursar este ramo, jamás en mi vida había tocado una Biblia. Al incluir un teológico en nuestra malla curricular, la Pontificia Universidad Católica se asegura de que integremos a Dios y a la religión en nuestro proceso educativo (nos guste o no). Previo a esto, yo veía esto como una pérdida de mi tiempo y no tenía nada de ganas de ir a una sala de clases por casi hora y media dos veces a la semana a escuchar como un sacerdote me habla de la importancia de Dios y de por qué debemos creer. Sin embargo, esto no podría haber sido más lejano a la realidad.


Elegí “Leer el Evangelio en el Siglo XXI” (TTF091) ya que este tenía vacantes libres durante mi horario de toma de ramos y había escuchado por ahí que era un curso fácil. Llegué el primer día esperando encontrarme con algún viejo parecido al papa quien nos sermonearía durante toda la clase acerca de la biblia. Para mi sorpresa, el docente estaba usando una chaqueta café, una camisa blanca y jeans (outfit no muy distinto al que llevaba yo puesto ese día). Asimismo, el curso resultó ser completamente distinto a la noción preconcebida que mis prejuicios hacia la religión me hicieron creer. En papel, el ramo consiste en:

“[...] llevar a través del conocimiento del mundo de Jesús y de su persona, a una lectura comprensiva de textos seleccionados de los evangelios sinópticos, entregándoles para ello algunos elementos metodológicos.[...]”


Eclesiastes. Fuente: Shutterstock

En otras palabras, este curso busca proporcionar las herramientas y técnicas necesarias para comprender mejor algunos textos importantes del evangelio; y lo que se buscaba de los estudiantes era que pudieran comprender estas enseñanzas, asimilarlas y aplicarlas a la realidad. Lo particular de la propuesta educacional era el énfasis puesto en esta última etapa de la comprensión de la biblia: el aplicarla a la realidad. El grueso de las discusiones que se tenían en clases rodeaban el concepto de la realidad propia y el contexto. Recuerdo el énfasis que le ponía el profesor a los grandes filósofos y cómo estas escuelas de pensamiento se entrecruzan con el evangelio al momento de interpretar las distintas aristas que acompañan el aplicar estas enseñanzas a distintas realidades, tanto propias como ajenas, destacando ámbitos culturales, espaciales y temporales. Esto me ayudó bastante al momento de dejar de lado mis convicciones personales y mis aversiones respecto a la religión para poder encontrarle significado a este gigantesco libro de enseñanzas como lo es la Biblia, mirándolo no desde un punto de vista divino o religioso, sino espiritual, permitiéndonos definir esa palabra como nosotros estimemos que debe ser definida.


Durante el transcurso del semestre, fuimos avanzando en nuestra lectura del evangelio, siguiendo cabalmente las indicaciones del profesor de ir anotando todas las frases que resuenen con nosotros. Frases, enseñanzas o moralejas que, al ser miradas a través de nuestro complejo lente, propio e incomprensible, representan mucho más que letras sobre papel. Aún tengo mi libreta con los versículos que de una forma u otra resonaron conmigo y de vez en cuando acudo a esta en momentos de reflexión.


Esta semana presentamos nuestro progreso respecto al desafío de esterilización frente al curso, la docente y la ayudante. Siendo muy objetivo y humilde, no temo decir que la investigación que hemos realizado es increíble. La inmensa cantidad de research, codificación, entrevistas y salidas a terreno que hemos realizado ha resultado en grandes descubrimientos y posibles direcciones de solución a desarrollar. Estamos muy orgullosos de todo lo que hemos logrado y nos gusta creer que el equipo docente siente lo mismo. Sin embargo, al momento de compartir esto y de presentar nuestro Entregable 5, no fuimos capaces de demostrar esto y de compartir nuestro trabajo con nuestros compañeros de manera en que se represente la calidad y el esfuerzo detrás. Esto fue especialmente frustrante considerando los sacrificios que hemos realizado a nivel grupo para poder realizar una investigación de este nivel, por lo que no transmitir esto se siente como una invalidación de todo lo que hemos logrado por parte de nosotros mismos.


“Lo cierto es que mientras más se sabe, más se sufre; mientras más se llena uno de conocimientos, más se llena de problemas»”. Eclesiastés 1:17.


Esta frase, la cual se encontraba dentro de las muchas que fui anotando a lo largo de ese semestre, resonó mucho conmigo en esta instancia. Retomando lo comentado anteriormente sobre el contexto de cada situación, cabe mencionar que como grupo no estamos sufriendo ni consideramos que estemos llenos de problemas. Como yo lo veo, estamos muy inmersos (quizás demasiado) en nuestro desafío y la problemática que este conlleva. Gracias a esto es que hemos podido afrontar este desafío al nivel logrado, encontrando una gran cantidad de insights relevantes para nuestra investigación. No obstante, esto también se presenta como un obstáculo al momento de salir de este ‘agujero’ en el que nos vemos inmersos para compartir lo encontrado con los demás.


El manejo de mucha información puede nublar nuestro criterio, dificultando nuestra capacidad de filtrar datos e insights “mientras más se llena uno de conocimientos, más se llena de problemas”. Contamos con tanto conocimiento de un tema acotado que, en términos muy burdos, simplemente no tenemos espacio en la cabeza para manejar tanta información de manera precisa. Aspectos muy relevantes pueden parecernos nimios mientras que le damos importancia a insignificancias. Esto también se ve relacionado con lo mencionado anteriormente respecto a los contextos y las realidades individuales. Debemos extraernos de la problemática, logrando encontrar un equilibrio entre comprender y abstraer. Por lo general, el propósito que le he encontrado a estos versículos es de carácter reflexivo y estos nunca culminan en una solución mágica o una realización divina. Estaría mintiendo si dijera que sé cómo sacarnos de este ‘agujero’ pero, en lo personal, encuentro que este ‘sufrimiento’ es una buena señal, ya que no es una crítica a la calidad de la información que estamos manejando sino a cómo la estamos manejando, cosa que aunque puede que sea más difícil de solucionar, tiene la posibilidad de culminar en un increíble proyecto.



M. Lanz